
"La Tate tiene una gran experiencia en manejar instalaciones complejas y se toma muy en serio todas las consideraciones en torno a la seguridad", señaló un portavoz. El museo ha descartado poner algún tipo de valla para separar al público de la grieta, porque eso rompería con la estética y el espíritu de la obra. Lo que sí ha hecho ha sido incrementar el personal que vigila el lugar, repartir octavillas advirtiendo del potencial peligro y limitando el número de personas en los días y momentos de grandes aglomeraciones.
La fractura de 167 metros de larga va aumentando su profundidad a medida que avanza por la Sala de las Turbinas, llegando a tener una caída de 27 metros. En algunos puntos hay una anchura suficiente como para que un niño de 2 años pueda caer dentro. Salcedo ha explicado que su trabajo simboliza el odio racial y la división de la sociedad.
Vía: El Periódico
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